jueves, 21 de abril de 2011

añoranza al vacio

Porque es en noches como ésta cuando me pregunto una y otra vez, hasta el cansancio, dónde estás.
Cuando me cuestiono hasta desgarrar el pensamiento hastiado de porqué rememoro tu imagen una y otra vez.
Cuando me mata el pensamiento irrompible de saber que te conozco, que por eso te extraño.
Porque nada podría mitigar todo el frenesí de sensaciones que, arrastrando al fondo de mi ser la ajada tristeza, se convierte en dolorosa ira.
Ira por tu ausencia. Por tu silencio. Por tu eterna lejanía. Porque viniste, y al marcharte jamás pensaste en lo que podría ocurrir.
Porque ahora no se dónde buscar. No se cómo dejar de sentirme idiota por añorar a la nada, y verter lágrimas por una ilusión. A los ojos del mundo no eres más que una vulgar fantasía de alguien soñador. Pero a los míos..., si supieras lo que has llegado a ser. Lo que todavía eres..., y lo que más me temo, lo que puedas llegar a ser...
Quizás hayas llegado a conocer la sensación de pérdida ante alguien que ha muerto, o que se ha ido y tienes la certeza de que jamás volverá. Pues te diré algo. Es bastante \'gracioso\'..., pero jamás he tenido aquí
ese sentimiento. No comprendo la pérdida. Salvo por ti. Y qué eres tú, sino un sueño.
Y siendo un sueño, cómo puedo añorarte lo suficiente como para recordar que en algún tiempo te he
tenido...
Y si te tuve..., porqué te has tenido que ir...
Porqué veo tu imagen en el silencio..., tan nítida que casi puedo tocarla..., pero que al abrir los ojos no está. Y entonces me sobrelleva el hórrido vacío incurable. Tu presencia ausente, tu voz silenciosa, tu mirada
invisible..., llamándome desde algún lugar remoto, demasiado lejano para poder encontrarte...
Y rezo para que vuelvas. Lloro, maldigo, suplico. Y de nuevo atenaza el silencio, más cruel que todos los gritos del Infierno.
Y vuelvo a cerrar los ojos, demandándome algo de paz. Y de nuevo vuelves, en la noche solitaria, apareciéndote como un mal recuerdo, y mientras los ojos se humedecen te alejas de nuevo, a alguna parte..., muy lejos de mi.
Maldito seas, ángel, demonio o divinidad. Puesto que sé que no eres de éste mundo.
Maldigo tanto como bendigo la hora en que te cruzaste en mi existencia.
Te maldigo por no volver jamás, y por hacer de tí una espera sin fin.
Te bendigo porque la imagen de tu sóla mirada sería capaz de hacerme revivir.
Acaso crees que es fácil. En un mundo donde todo se racionaliza. Crees que el hecho de clamar por ti como si fueses un amigo traicionero, cuando para el mundo no existes, es algo sencillo ¿?
Déjame decirte, querido recuerdo silencioso..., que es de lo más doloroso que le ha ocurrido a mi alma, ya que en parte, es la tuya.

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